En el año 2019, Eliana Gómez Alcorta, quien meses después sería
nombrada titular del Ministerio
de Mujeres, Géneros y Diversidades
por el actual presidente Alberto Fernández, denunció penalmente a Juan
Manzur por obstruir el acceso al aborto a una niña de 11 años en la provincia
de Tucumán. “Es una vergüenza, garantizó la vulnerabilidad de sus derechos”, manifestaba indignada. Hoy, la
ministra acepta sin ruborizarse la autoridad del gobernador devenido Jefe
de Gabinete y se justifica: “nada me
impedirá trabajar cordialmente con él
porque no viene a tocar la agenda de
género planteada”. La hipocresía de
Alcorta y del gobierno es escandalosa,
ya ni siquiera buscan maquillar su descaro. La mano derecha del improbable
“presidente feminista” es un misógino
antiabortista al cual la Ministra de las
Mujeres elige subordinarse y obedecer. Que lo asuman sin medias vueltas:
todo lo que dijo el gobierno peronista
era mentira. La vida y la libertad femenina es para ellos una moneda de
cambio electoral, un discurso vacío y
engañoso cada vez más difícil de sostener. Sufren, temen y desprecian el
protagonismo que millones de mujeres comenzaron a ensayar años atrás e
intentan combatirlo o canalizarlo para
su propio beneficio.
Algunas periodistas oficialistas, luego de un primer momento de desorientación, se alinearon inmediatamente. Es el caso de Luciana Peker que, solo 24 horas después del nombramiento, dijo: “bueno, ya es hora de pasar de la crítica al aval” (!). O la abogada Soledad Deza, otrora denunciante junto con Alcorta, que declaró: “Antes de lapidar a Manzur esperen (…) quizás ya nos entendió”. La cuota indispensable de servidumbre voluntaria que todo patriarca precisa para continuar dominando.
Ana Gilly
Publicado en Comuna Socialista 64