Infames


“El amor a Maradona es tradición. Lo entendi­mos a través de nues­tros abuelos y nuestros viejos”. “El 10 era machista. Sí, el Diego era violento. Pero representaba el amor a la camiseta, la patria, la defensa de la soberanía nacional”. “Chiquilinas, salir a señalar y pa­trullar a quienes están tristes es más cercano a ser policía que ser feminista”. “Los feminismos no mojamos el pan en todos los pla­tos. Saber hablar es saber callar cuando amerita”.

En síntesis: patria, familia, tra­dición y un “Dios” al que nadie debe atreverse a juzgar. Adivinemos: ¿de quiénes son estas palabras? No, no se trata de curas reaccionarios, aun­que podrían serlo. Tampoco son de los sectores de ultraderecha, aun­que también podrían serlo. Son palabras escritas de quienes se re­conocen como feministas en Página 12, LATFEM, Le Monde Diploma­tique y La Tinta. ¿Pero cómo es po­sible? ¿Algunas pioneras feministas no nos habían enseñado algo sobre la solidaridad con las mujeres fren­te a los machistas, sobre la denuncia del carácter patriarcal de la familia, sobre el intento de ruptura con las tradiciones más rancias y sobre el coraje de no callar? En la decaden­cia actual, el relativismo moral es apabullante y se expresa en el vacío teórico, programático, analítico y ético que permite que “feminis­mo” sea todo, nada o cualquier cosa según convenga. Permite que los valores más abyectos, esos que tam­bién pregona el peronismo, puedan traficarse como compatibles con la libertad y la dignidad femenina. Por fortuna hay quienes reaccio­nan frente a esta debacle, como por ejemplo la futbolista española Paula Dapena que se negó a ser parte del homenaje a Maradona. No fue sen­cillo, porque recibió una catarata de insultos y hasta amenazas de muer­te de parte de muchos frustrados y prepotentes. Toda nuestra solida­ridad para con ella y con todas las mujeres que se animan a levantar la voz en esta situación buscando ser más íntegras.


Ana Gilly

Publicado en Comuna Socialista 57