Algo empezó a
cambiar durante los últimos años en la vida de las mujeres. No fueron las
leyes, ni los políticos, tampoco las instituciones estatales, desde siempre
hostiles a nuestras exigencias. Lo que empezó a
cambiar es nuestra conciencia, comenzamos a cambiar nosotras mismas, y salimos
a las calles a defender nuestra vida y nuestra libertad contra la violencia
patriarcal. Empezamos a enfrentarla gracias a la solidaridad activa desde abajo
entre mujeres, una solidaridad que encontró nuevas fuerzas en la exigencia de libertad
que crece en millones de mujeres en el mundo. Si las mujeres empiezan a ser más
libres, se expande la libertad de todos.
Pero frente a esta emersión femenina mundial el patriarcado, aunque en crisis,
contrataca. La avanzada que el gobierno de Donald Trump está realizando
contra el derecho al aborto en EE.UU. es un hecho gravísimo para todas las
mujeres. Se trata de una medida que tiene repercusión en todo el mundo, porque da
aliento a todos aquellos gobiernos que intentan anular este derecho esencial ya
adquirido, y obstaculiza su conquista en
los países en los cuales todavía mueren mujeres por aborto clandestino, como en
América Latina. Desde siempre, las democracias decadentes atacan la libre
elección femenina, o la someten a un mezquino cálculo electoral como actualmente
sucede en Argentina. En este contexto femicidas, pedófilos, abusadores y
acosadores sienten impunidad para desatar su furia antifemenina sin control.
Aquello que
comenzamos hace ya cuatro años, con el primer y multitudinario grito “Ni una
menos”, es un recorrido muy valioso. Pero podemos proponernos mucho más:
sabernos no sólo víctimas de la opresión, sino protagonistas de nuestra
liberación y del diseño de una vida radicalmente diferente; podemos no solo
rechazar la violencia, sino empezar a construir relaciones y grupos –entre
mujeres y con los hombres más disponibles– donde prime el respeto, el
conocimiento y el cuidado, así sentirnos más seguras. Podemos luchar por el
derecho al aborto legal, seguro y gratuito e ir más allá, empezando a pensar y
experimentar una sexualidad más libre y benéfica, placentera y creativa, cuya
guía principal sea femenina; podemos desafiar los nocivos sentidos
nacionalistas y excluyentes y sentirnos activamente hermanas entre todas las
mujeres del mundo desafiando las fronteras y el racismo creciente. En
definitiva, podemos elegir libremente ser mujeres mejores, juntas. Pero este camino
de transformación radical exige necesariamente un espíritu combativo contra el
patriarcado en todos los terrenos. No nos referimos solo a los Estados y las
Iglesias –estandartes de la dominación contra las mujeres–, sino también a sus
cómplices al interior del movimiento de mujeres: combatir las ideas reaccionarias
y antifemeninas que encarnan quienes defienden la prostitución y quienes niegan
la existencia del género femenino, como la pseudoteoría queer. No podemos ser ingenuas: son el nuevo rostro
del patriarcado que está entre nosotras, los falsos amigos de la libertad de
las mujeres, que son parte convocante de esta movilización. Por eso los
colectivos del CAF, junto a otras organizaciones de mujeres, fundamos el Bloque
alternativo de Mujeres (BAM). Queremos ser y ofrecer, ya comenzamos a hacerlo,
un punto de referencia radicalmente alternativo a la mentira que encarnan el
colectivo NUM, la organización AMMAR y sus seguidores.
¡La libertad de las mujeres es la
libertad de todos!
Contra Trump y todos los patriarcas. Queremos la vida, queremos la libertad ¡Aborto legal y gratuito ya!
¡Solidaridad entre mujeres contra la violencia patriarcal!
¡Si hay prostitución, no hay liberación!
¡Construyamos colectivos independientes de mujeres!
Círculo de Amigas Feministas
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