Ahora más que nunca Depende de nosotras


Desde aquel primer NI UNA MENOS en el año 2015 a la jornada del 8 de agosto pasado, las mujeres recorrimos un camino inédito, sinuoso también: tomamos en nuestras manos la defensa de nuestra vida y de nuestra libertad.  Entendimos que, para hacerlo, debíamos cambiar: comenzar a identificarnos como un género fuerte contra el milenario discurso patriarcal de la debilidad femenina; unirnos en solidaridad enfrentando la cultura machista de la competencia y el aislamiento; empezar a sentir la propia libertad unida a la libertad de las otras; entender que el bien de una es también el bien de las demás. Empezamos a intuir que es mejor hacer prevalecer la confianza en nosotras mismas y no en las cúpulas estatales, sindicales o eclesiásticas. Aquello que empezó a cambiar fue nuestra conciencia: la conciencia de cada una comenzó a ligarse a la de las otras (y a la de los otros) en la perspectiva de una vida más libre y benéfica para todas y todos.

En este camino, sufrimos también las agresiones típicas de la contraofensiva patriarcal. La violencia machista no da tregua con los femicidios, las violaciones, los secuestros por las redes de trata y las agresiones callejeras. La alianza patriarcal entre el Estado y la Iglesia selló su triunfo en la sesión de senadores contra nuestro derecho a decidir libremente. Es importante no confundirnos: así como la Iglesia representa el histórico condensado de odio hacia el género femenino, los Estados –los laicos y democráticos también– son enemigos de la libertad de las mujeres. En cualquier lugar del mundo hemos tenido que arrancarles nuestros derechos más elementales; ninguna mujer se puede sentir segura y protegida por sus decadentes instituciones; sus magras políticas no logran garantizar un mínimo de satisfacción a nuestras necesidades. Los Estados, en tanto instituciones de opresión, necesitan otorgar una cuota de poder patriarcal a una parte de la sociedad (los varones). Al mismo tiempo, necesitan negar al género que más directamente piensa y proyecta la vida (el femenino), porque de ese modo ocultan y mortifican los mejores recursos de los que disponemos como humanidad para mejorar la existencia sin delegar en la política y las instituciones. El carácter patriarcal del Estado es irreformable, más allá de las conquistas parciales que podemos y debemos ganar. Junto con la Iglesia conforman una alianza anti-femenina histórica, enemiga de nuestras esperanzas.

¿Cómo seguimos? Es la gran pregunta que recorre miles de mentes y corazones luego de la extraordinaria jornada del 8 de agosto. No hay un atisbo de sentido de la derrota, no han logrado desmoralizarnos. Te proponemos encontrarnos, comenzar a ser parte de los Colectivos estables de mujeres del CAF o fundar nuevos junto a tus amigas y otras mujeres. Queremos ámbitos independientes del Estado, de los partidos políticos, de la burocracia sindical y de las instituciones académicas en los cuales seamos protagonistas en nuestro pensamiento y práctica. Grupos que promuevan el crecimiento de las conciencias, el respeto y la afirmación de nuestra dignidad, en los cuales fundar y promover relaciones de solidaridad femenina. Porque el mejor camino, el más radical, es comenzar a pensar y experimentar la libertad que estamos buscando, alimentarla y expandirla para el mejoramiento de la vida de todas y de todos.

10 de agosto 2018