Por Candela Chila
(Agradecemos la difusión de este artículo, que fue publicado también por las amigas de la Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres y la revista web Damiselas en apuros)
Esta frase concentrada de barbarie no fue pronunciada esta vez por un Gustavo
Cordera o por algún otro misógino recalcitrante de turno. Fueron dichas por la
actriz Vanessa Redgrave en el marco de la clase magistral que impartió en el
teatro San Martín en el día de ayer. Redgrave se encuentra en el país a
propósito del Festival de Cine de Mar del Plata donde presentó su opera prima
como directora; un documental dedicado al drama que viven los refugiados.
Finalizando la entrevista se abrió un breve segmento de preguntas del
público y fue a partir de la intervención de una joven actriz que contó una
experiencia personal en la que un director le propuso interpretar un personaje
femenino que al sufrir una violación debía mostrar cierta satisfacción,
continuó contando la incomodidad que le generó la propuesta y en función de
esto le preguntó a Redgrave, contextualizándolo en la ola de denuncias de parte
de tantas actrices de Hollywood de los abusos, violaciones y acosos que ocurren
en la industria del cine, cuál era su opinión al respecto. Redgrave la increpó
“pero contestame ¿vos perdiste ese trabajo? porque estás confundiendo todo”. A
lo que la joven le contestó que no lo perdió, lo rechazó por considerarlo una
ofensa hacia las mujeres. Sin hesitaciones Redgrave respondió “en primer lugar
una actriz debe estar disponible a las órdenes de lo que pide un director y en
segundo lugar lamento decirles que hay algunas mujeres que disfrutan al ser
violadas… porque las hay”.
Pero no se trata de una reaccionaria de alta calaña, por el contrario se
trata de una mujer que supo formarse en el trotskismo británico, que denunció públicamente
la barbarie sionista y se posicionó junto al pueblo palestino en 1978 al
recibir un Oscar por su trabajo en la película Julia. Sensibilidad que ha expresado también a la hora de elegir
ciertas historias y ciertos personajes que forman parte de su amplia filmografía.
Pero NO se puede considerar esta afirmación solamente como una frase
desafortunada por tratarse de una personalidad que desde largo tiempo está
comprometida con diversas causas nobles. No se puede relativizar en función de
su posicionamiento sensible y de larga data respecto de la resistencia frente
al nazismo, de la barbarie cometida en Bosnia, de los desaparecidos en este
país, de tantas luchas de trabajadores con las cuales se solidariza o de la
denuncia del racismo hacia los refugiados hoy.
Respecto del flagelo machista que sufren las mujeres alrededor del mundo
y por ende que sufre la humanidad como tal, Redgrave, lejos está de ubicarse con
los oprimidos, elige ubicarse del lado de los Harvey Weinstein y de los Kevin
Spacey, de los Bertolucci y los Marlon Brandon- y de la lógica machista que
justifica los abusos y convierte a las víctimas en responsable del drama que
han sufrido- y no del lado de las cientos de colegas suyas que, apelando a la
solidaridad y a la dignidad, están denunciando valientemente la violencia
machista develando que la misma no tiene miramiento de clases ni culturales
para atacar a las mujeres. ¿O acaso para su concepción clasista que se trate de
mujeres millonarias quienes están alzando la voz presupone también un inconveniente
para posicionarse?
Y desde un punto de vista artístico ¿no se trata de un pensamiento
nefasto del arte que exige abandonar la propia integridad en función de
someterse a lo que solicita un director o un guionista? Basta tan solo recordar
lo que debió sufrir María Schneider en la filmación del Último tango en París. Hablemos claro. No fue una decisión
artística controversial entre Bertolucci y Brandon utilizar la manteca para que
el atropello “pareciese más real”. Fue el abuso de poder y la planificación de
una violación en pantalla gigante por parte de dos personajes consagrados e
intocables del mundo del cine. A no olvidarse que frente al enojo y la
incomodidad de Schneider, Marlon Brandon le contestó según la lógica que
defiende Redgrave “María, no te preocupes, es solo una película”.
Por todos estos motivos sus declaraciones son repudiables, detestables e
insensibles que no pueden perderse o más aún justificarse por tratarse de una
personalidad largamente comprometida con los que más sufren.