
1)
Cotidianamente mueren mujeres en todo el planeta víctimas de violencia por
parte de varones. Las estadísticas son espeluznantes: algunas hablan de que en
la actualidad una de cada tres mujeres en el mundo sufre o ha sufrido violencia
de género (ONU). En Argentina muere una mujer cada 30 horas por esta causa.
2) Este fenómeno
no conoce fronteras de clase, generación, etnia, nación o cultura. Nos compete
a todas y sucede en todos los ámbitos de la vida (familia, ámbitos de estudio,
de trabajo, en la vía pública). En la mayoría de los casos (más de la mitad)
los agresores son personas conocidas, generalmente parejas o ex parejas,
novios, padres, tíos, etc.
3) La llamamos
violencia de género o patriarcal porque es la ejercida por varones contra
mujeres, por el solo hecho de serlo. No es auténtico hablar de violencia de
género femenina. No hay una opresión sistemática de las mujeres hacia los
varones como lo es el patriarcado. Además, las cifras son contundentes al
respecto: las víctimas somos las mujeres.
4) La violencia
de género patriarcal nos atraviesa diariamente y se expresa sobre nosotras de
diversas formas. Desde las más leves y cotidianas, como las miradas invasivas,
los saludos con toqueteo, el acoso verbal desagradable naturalizado como
“piropo” y que oculta livianamente la cosificación de nuestros cuerpos; pasando
por el maltrato psicológico, como la subestimación o el menosprecio de lo que
hacemos o decimos; hasta llegar a la aberración de la violencia física como la
explotación sexual, las violaciones y los golpes que pueden culminar en el
asesinato.
5) Esta
violencia contra las mujeres se ha transformado en una “norma”, en el sentido
de que es parte de la normalidad de miles de familias. El “no te metás”, que
responde a la idea según la cual “no hay que meterse en los problemas
familiares ajenos”, deja a miles de mujeres aisladas e indefensas. Queremos
decirlo con claridad: en las familias también se golpea y se mata.
6) Queremos
poner en evidencia esta violencia respetando siempre a las víctimas sin
encubrir ni justificar jamás a los agresores.
7) Sentimos la
violencia que sufre cada mujer como propia, como una agresión intolerable a
nuestro género y a la dignidad humana. Las mujeres que reaccionan ante esto nos
dan coraje, nos alientan a comprometernos activamente en defensa de nuestras
vidas.
8) El
protagonismo de cada mujer es fundamental para comenzar a afrontar la violencia
machista. Un primer paso es romper con la pasividad, que se transforma en
complicidad. Necesitamos dejar de considerar a este horror como algo ajeno a
nosotras. No aceptamos que las mujeres tengamos que vivir bajo estas
condiciones, que no son naturales, ni creemos que vivir así sea inevitable.
9) Exigimos
respeto, siempre. Defendemos nuestra dignidad como algo irrenunciable. Queremos
elegir nuestra vida sin culpas, sin miedo y en libertad.
10) El recurso
más importante con el que disponemos es nuestra solidaridad: si comenzamos a
sentirnos más unidas y hermanadas los violentos encontrarán menos
posibilidades, y las mujeres se sentirán más seguras y fortalecidas para
alejarse de ellos o, directamente, para elegir relaciones que no las pongan en
riesgo.
11) Exigimos la
reglamentación de la ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar
y erradicar la violencia contra las mujeres y la sanción de una ley de
interrupción voluntaria del embarazo en forma gratuita, pero sabemos que ese es
solo un pasaje de nuestra lucha. Detener la violencia de género depende en
primer lugar de nosotras mismas, de nuestra conciencia, de nuestra
transformación.
12) Exigimos
justicia para todas las víctimas de femicidio.
13) A la
violencia de género, solas la sufrimos, unidas podemos enfrentarla.
14) Por Wanda,
por Ángeles, por Melina, por Suhene, por todas y por nosotras queremos comenzar
a reaccionar. Para defender la vida hay que transformarla. No queremos ser
víctimas, queremos ser protagonistas. Depende de nosotras.